Hay días en los que el cansancio no solo se nota en la mente, también se ve en el cuerpo. Hombros caídos, cuello tenso, mirada hacia abajo. Durante años, trabajando con personas en movimiento, vimos cómo el estrés, las preocupaciones y la falta de descanso se iban acumulando en su forma de estar de pie, sentarse y caminar.
Con el tiempo entendimos algo clave: no es solo que las emociones se reflejan en el cuerpo. La manera en que sostenemos el cuerpo también influye en cómo nos sentimos por dentro. Pequeños cambios en la postura pueden cambiar el nivel de energía, la claridad mental e incluso la forma en que nos hablamos internamente.
En Kiwell trabajamos desde un enfoque de soft wellness que respeta esa conexión. No buscamos una postura perfecta ni posiciones rígidas, sino una forma de estar en el cuerpo que sea más cómoda, funcional y amable con cada persona. Se trata de ganar presencia, aire y espacio, no de encajar en un molde.
Este artículo está pensado especialmente para profesionales del movimiento y el bienestar: entrenadores, fisioterapeutas, profes de yoga o Pilates, kinesiólogos, coaches corporales. La idea es darte una mirada simple y herramientas prácticas para integrar el trabajo postural en tus sesiones sin volver loco a tu cliente y sin convertir la postura en una exigencia más.
Si además te interesa conectar este trabajo físico con la alimentación y mente, nuestro ecosistema Eat, Move y Mind puede ayudarte a verlo de forma más integrada.
¿Por qué la postura importa en el bienestar diario?
La postura es la forma en que organizamos el cuerpo en el espacio a lo largo del día. No solo durante el entrenamiento, sino al responder mensajes, trabajar frente al computador, viajar en transporte o esperar en una fila.
Cada una de esas posiciones envía información constante al cerebro sobre cómo está el cuerpo. Esa información influye en el nivel de tensión muscular, calidad de respiración, percepción de fatiga y estado de ánimo.
Hay algo importante que aclarar desde el inicio: buena postura no significa quedarnos rígidos ni estar derechos todo el tiempo. Es más bien una combinación de tres factores:
Alineación razonable de cabeza, hombros, columna y pelvis.
Capacidad de cambiar de posición con facilidad.
Sensación de comodidad y menor dolor a lo largo del día.
Desde esta mirada, la postura deja de ser un estándar estético para convertirse en una herramienta de bienestar. Sobre todo para personas que pasan muchas horas sentadas, frente a pantallas o en contextos de mucho estrés.
¿Qué es una buena postura física de verdad?
Cuando hablamos de buena postura, muchas personas imaginan algo así como “ponerse derechos” y aguantar. En la práctica, esa rigidez suele generar más tensión que alivio.
Una postura funcional se parece más a esto:
La cabeza se alinea sobre el torso, no muy adelantada.
Los hombros tienen espacio para moverse y no viven permanentemente hacia adelante.
La pelvis no está exageradamente inclinada hacia adelante ni hacia atrás.
El peso se reparte entre ambos pies cuando estamos de pie o entre isquiones cuando estamos sentados.
No hace falta que sea perfecta. Hace falta que permita respirar mejor, moverse con menos esfuerzo y sostener mejor el día. Esa es la lógica que trabajamos en Kiwell: menos ideal teórico, más cuerpo real con necesidades reales.
También es clave diferenciar dos escenarios:
Postura estática: cuando estamos sentados, de pie, esperando, trabajando.
Postura en movimiento: cuando caminamos, entrenamos, subimos escaleras, levantamos peso.
En ambos casos, la organización del cuerpo influye en el cansancio, la sensación de carga y la respuesta del sistema nervioso.
Cómo la postura impacta en respiración, energía, estrés y estado de ánimo
La conexión entre postura y emociones no es algo abstracto. Tiene mucho que ver con cómo respiramos y cómo el sistema nervioso interpreta la información que llega desde el cuerpo.
Cuando una persona pasa muchas horas encorvada, con el pecho cerrado y la cabeza adelantada, suele suceder lo siguiente:
La respiración se vuelve más corta y alta, más concentrada en la parte superior del pecho.
El diafragma tiene menos espacio para moverse.
Se acumula tensión en cuello y hombros.
El cuerpo está más preparado para “alerta” que para descanso.
El cerebro recibe ese conjunto de señales como un contexto de esfuerzo constante. Es más fácil que aparezcan sensaciones de cansancio, irritabilidad o ansiedad, incluso si no hay un problema emocional profundo de fondo.
Cuando la postura se abre un poco, aparece otra sensación:
La caja torácica tiene más espacio.
La respiración puede hacerse un poco más profunda.
Los músculos de la espalda alta sostienen mejor la cabeza.
Hay más sensación de estabilidad y enraizamiento.
No hace falta exagerar ni forzar una postura muy erguida. A veces basta con ajustar la posición de la pelvis, liberar los hombros o darle un poco más de espacio al pecho para que la persona se sienta distinta en pocos minutos.
Como profesional del movimiento, esta es una puerta muy potente: ayudar a tus clientes a notar que pequeños cambios corporales modifican cómo se sienten, sin prometer milagros, solo ofreciendo un recurso más para regularse.
Lectura recomendada: Cuidar el cuerpo sin castigarlo: el nuevo paradigma del movimiento consciente
Errores posturales típicos en la vida moderna
Muchos patrones se repiten en personas que trabajan sentadas o que pasan buena parte del día frente a pantallas. Algunos de los más frecuentes son:
Cabeza adelantada y cuello tenso
La persona acerca la cara a la pantalla sin darse cuenta. El cuello trabaja extra para sostener ese peso adelantado. A lo largo del día eso se traduce en dolor, rigidez y sensación de carga.
Hombros hacia adelante y pecho cerrado
Los brazos viven adelantados sobre teclado, volante o celular. Eso acorta la parte anterior del cuerpo y debilita la espalda alta. La respiración se vuelve más corta y superficial.
Pasar horas sin cambiar de posición
Aunque la postura inicial sea razonable, quedarse quieto demasiado tiempo hace que los músculos se fatiguen y que el cuerpo busque posiciones cada vez menos eficientes para sostenerse.
Posturas muy “derretidas” en la silla
La pelvis se va hacia adelante, la zona lumbar se colapsa y el peso recae en estructuras que no están pensadas para eso. El resultado suele ser incomodidad, sensación de pesadez y más fatiga mental.
Estos patrones no son culpa de la persona. Son adaptaciones al tipo de vida actual. Justamente por eso, trabajar postura desde el soft wellness implica acompañar sin juicio, ofreciendo alternativas posibles en lugar de críticas o correcciones constantes.
Lectura recomendada: Equilibrio energético: cómo alinear mente y cuerpo en tu día a día
Ideas prácticas para mejorar la postura en el día a día
La mayoría de las personas no necesita una rutina perfecta, sino pequeños ajustes repartidos a lo largo del día. Como profesional del movimiento, podés usar estas ideas como guía sencilla: algunos cambios se trabajan en sesión y otros se sugieren como “micro-hábitos” que tus clientes pueden sostener en su vida real, entre reuniones, mensajes y horas frente a la pantalla.
Ajuste de pantalla: si trabajás con computador, intentá que la parte superior de la pantalla esté a la altura de los ojos. Así la cabeza no va tanto hacia adelante.
Micro pausas cada 25 a 40 minutos: levantarse, caminar un poco, mover hombros y cuello y tomar un par de respiraciones profundas cambia por completo la sensación corporal.
Hombros lejos de las orejas: cada tanto, invitá a tus clientes a notar si están “encogidos”. Solo bajar los hombros y dejar que caigan hacia atrás y abajo ya libera tensión.
Corazón con espacio: imaginar que el pecho tiene que tener espacio para que entre el aire ayuda a abrir un poco la parte anterior del cuerpo sin rigidez.
Apoyo de pies: si la persona no llega bien al piso al sentarse, usar un apoyo bajo los pies mejora muchísimo la organización de la pelvis y la columna.
Retracción suave de cabeza: en lugar de sacar la cara hacia la pantalla, acercar la barbilla un poquito hacia el cuello, como si alguien tomara la coronilla y la llevara hacia arriba.
Si acompañás sesiones en colchonetas o en el suelo, podés apoyarte en recursos como los accesorios para yoga, los rolos o el tiraband circular para que estos ajustes se sientan más amables y accesibles para cada cuerpo.
No hace falta hacer todo perfecto ni seguir una rutina larga. En Kiwell preferimos estos mini ajustes realistas, integrados a la vida diaria, antes que una lista ideal que nadie puede sostener.
Lectura recomendada: Rutinas mentales saludables: pequeños gestos para grandes días
El rol de los profesionales del movimiento
Para entrenadores, fisioterapeutas, profes de yoga o Pilates y otros profesionales del movimiento, la postura es mucho más que un detalle técnico. Es una puerta de entrada a la experiencia completa del cliente.
Algunas formas de integrar este enfoque en tu práctica:
Incluir una observación postural simple en la entrevista inicial, sin etiquetas rígidas, solo como foto de partida.
Preguntar cómo se siente el cuerpo al final del día, no solo durante el entrenamiento.
Usar cues sencillos como “crecer hacia el techo”, “relajar mandíbula”, “darle espacio al pecho” en lugar de indicaciones demasiado técnicas.
Conectar los ajustes posturales con sensaciones concretas: respirar mejor, sentir menos carga en la espalda, terminar el día con un poco más de energía.
Si querés ver cómo se vive este enfoque en comunidad, podés explorar BeFit, una de las comunidades de Kiwell donde el movimiento se trabaja desde la cercanía, la progresión y el respeto por el cuerpo de cada persona.
Es un buen ejemplo de cómo la postura, las pausas activas y el movimiento cotidiano pueden convertirse en herramientas reales de bienestar, más allá de la estética.
Autoconocimiento corporal y soft wellness
Mirar la postura también es una forma de conocerse mejor. No desde la crítica, sino desde la curiosidad. Hay días en los que el cuerpo está más cerrado porque la mente está cansada, y está bien. Lo importante es tener recursos para no quedarse atrapado ahí.
A veces, el primer paso es simplemente notar:
En qué momentos del día los hombros se van hacia adelante.
Cómo se coloca el cuerpo cuando aparece estrés o tensión.
Qué postura aparece cuando la persona está más tranquila y en calma.
A partir de esa observación, se pueden proponer micro cambios. Por ejemplo: una respiración un poco más lenta, un ajuste de apoyo en la silla, una caminata corta entre reuniones. Son gestos pequeños que, sostenidos en el tiempo, cambian cómo se vive el propio cuerpo.
Para quienes prefieren sostener estos cambios acompañados, comunidades como BeFit dentro del ecosistema Kiwell ofrecen espacios de movimiento en grupo donde la prioridad no es el rendimiento, sino sentirse mejor en el cuerpo de todos los días.
Conclusión
La postura no es solo una forma de verse. Es una manera de estar en el mundo. A lo largo de este artículo vimos cómo la organización del cuerpo influye en la respiración, la energía, el estrés y el estado de ánimo, y cómo pequeños ajustes pueden cambiar la experiencia del día a día.
Desde Kiwell proponemos mirar la postura desde el soft wellness: menos exigencia, más curiosidad y herramientas simples. No se trata de estar perfectos, se trata de encontrar posiciones que den aire, alivio y un poco más de comodidad en el cuerpo real que cada uno tiene hoy.
Si acompañas a otras personas en su movimiento, tenés en tus manos una oportunidad poderosa: usar la postura como punto de apoyo para que tus clientes se sientan más presentes, más estables y más en sintonía con su propia energía.
No hace falta hacerlo todo a la vez. Con un par de micro pausas, un ajuste de respiración y un poco más de espacio para el pecho ya estás haciendo algo por vos y por quienes acompañás. Tu manera de estar bien vale, incluso si no se ve como la de nadie más.
Preguntas frecuentes sobre el poder de las posturas
¿Cómo afecta realmente mi postura corporal a mi estado de ánimo?
La postura envía información constante al cerebro sobre cómo está el cuerpo. Si esa información se parece a un contexto de esfuerzo o cierre, es más fácil que aparezcan sensaciones de cansancio, estrés o desánimo. Cuando el cuerpo tiene un poco más de espacio y respiración, muchas personas reportan sentirse con más energía y claridad, aunque los problemas externos sean los mismos.
¿Qué errores posturales son más comunes al trabajar frente a una computadora?
Lo más habitual es llevar la cabeza y los hombros hacia adelante, acercar la cara a la pantalla y pasar horas sin cambiar de posición. Esto sobrecarga cuello, espalda alta y zona lumbar, y limita la respiración. Ajustar la altura de la pantalla, apoyar bien los pies y hacer pausas de movimiento ayuda a reducir estos efectos.
¿Puede mejorar mi lenguaje corporal la forma en que me comunico?
Sí. El cuerpo también comunica, incluso antes de hablar. Una postura un poco más abierta, contacto visual suave y hombros relajados suelen transmitir más disponibilidad y confianza. No hace falta actuar, sino encontrar una posición en la que te sientas mínimamente más presente y cómodo.
¿Qué ejercicios sencillos puedo hacer para mejorar mi postura durante el día?
Caminar unos minutos cada cierta cantidad de tiempo, mover cuello y hombros suavemente, practicar respiraciones un poco más profundas y revisar de vez en cuando la posición de la pelvis y los pies ya marca diferencia. Lo importante es la constancia de estos gestos, no la perfección.
¿Cómo ayudan disciplinas como el yoga o Pilates a una postura más saludable?
Estas prácticas, especialmente cuando se trabajan con una mirada amable y funcional, combina fuerza, movilidad y conciencia corporal. Ayudan a que la persona sepa dónde está su cuerpo en el espacio, fortalezca el centro y encuentre posiciones más sostenibles para el día a día, no solo para la clase.
¿De qué manera el autoconocimiento corporal ayuda a prevenir el dolor?
Cuanto antes detectamos tensión, rigidez o posturas que se repiten, más rápido podemos hacer pequeños cambios antes de que el cuerpo se queje con dolor. Prestar atención a cómo nos sentamos, cómo apoyamos los pies o cómo respiramos en momentos de estrés permite ajustar el tiempo y cuidar mejor el cuerpo a largo plazo.

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En Kiwell trabajamos desde un enfoque de soft wellness que respeta esa conexión. No buscamos una postura perfecta ni posiciones rígidas, sino una forma de estar en el cuerpo que sea más cómoda, funcional y amable con cada persona. Se trata de ganar presencia, aire y espacio, no de encajar en un molde.
Este artículo está pensado especialmente para profesionales del movimiento y el bienestar: entrenadores, fisioterapeutas, profes de yoga o Pilates, kinesiólogos, coaches corporales. La idea es darte una mirada simple y herramientas prácticas para integrar el trabajo postural en tus sesiones sin volver loco a tu cliente y sin convertir la postura en una exigencia más.
Si además te interesa conectar este trabajo físico con la alimentación y mente, nuestro ecosistema Eat, Move y Mind puede ayudarte a verlo de forma más integrada.
¿Por qué la postura importa en el bienestar diario?
La postura es la forma en que organizamos el cuerpo en el espacio a lo largo del día. No solo durante el entrenamiento, sino al responder mensajes, trabajar frente al computador, viajar en transporte o esperar en una fila.
Cada una de esas posiciones envía información constante al cerebro sobre cómo está el cuerpo. Esa información influye en el nivel de tensión muscular, calidad de respiración, percepción de fatiga y estado de ánimo.
Hay algo importante que aclarar desde el inicio: buena postura no significa quedarnos rígidos ni estar derechos todo el tiempo. Es más bien una combinación de tres factores:
Alineación razonable de cabeza, hombros, columna y pelvis.
Capacidad de cambiar de posición con facilidad.
Sensación de comodidad y menor dolor a lo largo del día.
Desde esta mirada, la postura deja de ser un estándar estético para convertirse en una herramienta de bienestar. Sobre todo para personas que pasan muchas horas sentadas, frente a pantallas o en contextos de mucho estrés.
¿Qué es una buena postura física de verdad?
Cuando hablamos de buena postura, muchas personas imaginan algo así como “ponerse derechos” y aguantar. En la práctica, esa rigidez suele generar más tensión que alivio.
Una postura funcional se parece más a esto:
La cabeza se alinea sobre el torso, no muy adelantada.
Los hombros tienen espacio para moverse y no viven permanentemente hacia adelante.
La pelvis no está exageradamente inclinada hacia adelante ni hacia atrás.
El peso se reparte entre ambos pies cuando estamos de pie o entre isquiones cuando estamos sentados.
No hace falta que sea perfecta. Hace falta que permita respirar mejor, moverse con menos esfuerzo y sostener mejor el día. Esa es la lógica que trabajamos en Kiwell: menos ideal teórico, más cuerpo real con necesidades reales.
También es clave diferenciar dos escenarios:
Postura estática: cuando estamos sentados, de pie, esperando, trabajando.
Postura en movimiento: cuando caminamos, entrenamos, subimos escaleras, levantamos peso.
En ambos casos, la organización del cuerpo influye en el cansancio, la sensación de carga y la respuesta del sistema nervioso.
Cómo la postura impacta en respiración, energía, estrés y estado de ánimo
La conexión entre postura y emociones no es algo abstracto. Tiene mucho que ver con cómo respiramos y cómo el sistema nervioso interpreta la información que llega desde el cuerpo.
Cuando una persona pasa muchas horas encorvada, con el pecho cerrado y la cabeza adelantada, suele suceder lo siguiente:
La respiración se vuelve más corta y alta, más concentrada en la parte superior del pecho.
El diafragma tiene menos espacio para moverse.
Se acumula tensión en cuello y hombros.
El cuerpo está más preparado para “alerta” que para descanso.
El cerebro recibe ese conjunto de señales como un contexto de esfuerzo constante. Es más fácil que aparezcan sensaciones de cansancio, irritabilidad o ansiedad, incluso si no hay un problema emocional profundo de fondo.
Cuando la postura se abre un poco, aparece otra sensación:
La caja torácica tiene más espacio.
La respiración puede hacerse un poco más profunda.
Los músculos de la espalda alta sostienen mejor la cabeza.
Hay más sensación de estabilidad y enraizamiento.
No hace falta exagerar ni forzar una postura muy erguida. A veces basta con ajustar la posición de la pelvis, liberar los hombros o darle un poco más de espacio al pecho para que la persona se sienta distinta en pocos minutos.
Como profesional del movimiento, esta es una puerta muy potente: ayudar a tus clientes a notar que pequeños cambios corporales modifican cómo se sienten, sin prometer milagros, solo ofreciendo un recurso más para regularse.
Lectura recomendada: Cuidar el cuerpo sin castigarlo: el nuevo paradigma del movimiento consciente
Errores posturales típicos en la vida moderna
Muchos patrones se repiten en personas que trabajan sentadas o que pasan buena parte del día frente a pantallas. Algunos de los más frecuentes son:
Cabeza adelantada y cuello tenso
La persona acerca la cara a la pantalla sin darse cuenta. El cuello trabaja extra para sostener ese peso adelantado. A lo largo del día eso se traduce en dolor, rigidez y sensación de carga.
Hombros hacia adelante y pecho cerrado
Los brazos viven adelantados sobre teclado, volante o celular. Eso acorta la parte anterior del cuerpo y debilita la espalda alta. La respiración se vuelve más corta y superficial.
Pasar horas sin cambiar de posición
Aunque la postura inicial sea razonable, quedarse quieto demasiado tiempo hace que los músculos se fatiguen y que el cuerpo busque posiciones cada vez menos eficientes para sostenerse.
Posturas muy “derretidas” en la silla
La pelvis se va hacia adelante, la zona lumbar se colapsa y el peso recae en estructuras que no están pensadas para eso. El resultado suele ser incomodidad, sensación de pesadez y más fatiga mental.
Estos patrones no son culpa de la persona. Son adaptaciones al tipo de vida actual. Justamente por eso, trabajar postura desde el soft wellness implica acompañar sin juicio, ofreciendo alternativas posibles en lugar de críticas o correcciones constantes.
Lectura recomendada: Equilibrio energético: cómo alinear mente y cuerpo en tu día a día
Ideas prácticas para mejorar la postura en el día a día
La mayoría de las personas no necesita una rutina perfecta, sino pequeños ajustes repartidos a lo largo del día. Como profesional del movimiento, podés usar estas ideas como guía sencilla: algunos cambios se trabajan en sesión y otros se sugieren como “micro-hábitos” que tus clientes pueden sostener en su vida real, entre reuniones, mensajes y horas frente a la pantalla.
Ajuste de pantalla: si trabajás con computador, intentá que la parte superior de la pantalla esté a la altura de los ojos. Así la cabeza no va tanto hacia adelante.
Micro pausas cada 25 a 40 minutos: levantarse, caminar un poco, mover hombros y cuello y tomar un par de respiraciones profundas cambia por completo la sensación corporal.
Hombros lejos de las orejas: cada tanto, invitá a tus clientes a notar si están “encogidos”. Solo bajar los hombros y dejar que caigan hacia atrás y abajo ya libera tensión.
Corazón con espacio: imaginar que el pecho tiene que tener espacio para que entre el aire ayuda a abrir un poco la parte anterior del cuerpo sin rigidez.
Apoyo de pies: si la persona no llega bien al piso al sentarse, usar un apoyo bajo los pies mejora muchísimo la organización de la pelvis y la columna.
Retracción suave de cabeza: en lugar de sacar la cara hacia la pantalla, acercar la barbilla un poquito hacia el cuello, como si alguien tomara la coronilla y la llevara hacia arriba.
Si acompañás sesiones en colchonetas o en el suelo, podés apoyarte en recursos como los accesorios para yoga, los rolos o el tiraband circular para que estos ajustes se sientan más amables y accesibles para cada cuerpo.
No hace falta hacer todo perfecto ni seguir una rutina larga. En Kiwell preferimos estos mini ajustes realistas, integrados a la vida diaria, antes que una lista ideal que nadie puede sostener.
Lectura recomendada: Rutinas mentales saludables: pequeños gestos para grandes días
El rol de los profesionales del movimiento
Para entrenadores, fisioterapeutas, profes de yoga o Pilates y otros profesionales del movimiento, la postura es mucho más que un detalle técnico. Es una puerta de entrada a la experiencia completa del cliente.
Algunas formas de integrar este enfoque en tu práctica:
Incluir una observación postural simple en la entrevista inicial, sin etiquetas rígidas, solo como foto de partida.
Preguntar cómo se siente el cuerpo al final del día, no solo durante el entrenamiento.
Usar cues sencillos como “crecer hacia el techo”, “relajar mandíbula”, “darle espacio al pecho” en lugar de indicaciones demasiado técnicas.
Conectar los ajustes posturales con sensaciones concretas: respirar mejor, sentir menos carga en la espalda, terminar el día con un poco más de energía.
Si querés ver cómo se vive este enfoque en comunidad, podés explorar BeFit, una de las comunidades de Kiwell donde el movimiento se trabaja desde la cercanía, la progresión y el respeto por el cuerpo de cada persona.
Es un buen ejemplo de cómo la postura, las pausas activas y el movimiento cotidiano pueden convertirse en herramientas reales de bienestar, más allá de la estética.
Autoconocimiento corporal y soft wellness
Mirar la postura también es una forma de conocerse mejor. No desde la crítica, sino desde la curiosidad. Hay días en los que el cuerpo está más cerrado porque la mente está cansada, y está bien. Lo importante es tener recursos para no quedarse atrapado ahí.
A veces, el primer paso es simplemente notar:
En qué momentos del día los hombros se van hacia adelante.
Cómo se coloca el cuerpo cuando aparece estrés o tensión.
Qué postura aparece cuando la persona está más tranquila y en calma.
A partir de esa observación, se pueden proponer micro cambios. Por ejemplo: una respiración un poco más lenta, un ajuste de apoyo en la silla, una caminata corta entre reuniones. Son gestos pequeños que, sostenidos en el tiempo, cambian cómo se vive el propio cuerpo.
Para quienes prefieren sostener estos cambios acompañados, comunidades como BeFit dentro del ecosistema Kiwell ofrecen espacios de movimiento en grupo donde la prioridad no es el rendimiento, sino sentirse mejor en el cuerpo de todos los días.
Conclusión
La postura no es solo una forma de verse. Es una manera de estar en el mundo. A lo largo de este artículo vimos cómo la organización del cuerpo influye en la respiración, la energía, el estrés y el estado de ánimo, y cómo pequeños ajustes pueden cambiar la experiencia del día a día.
Desde Kiwell proponemos mirar la postura desde el soft wellness: menos exigencia, más curiosidad y herramientas simples. No se trata de estar perfectos, se trata de encontrar posiciones que den aire, alivio y un poco más de comodidad en el cuerpo real que cada uno tiene hoy.
Si acompañas a otras personas en su movimiento, tenés en tus manos una oportunidad poderosa: usar la postura como punto de apoyo para que tus clientes se sientan más presentes, más estables y más en sintonía con su propia energía.
No hace falta hacerlo todo a la vez. Con un par de micro pausas, un ajuste de respiración y un poco más de espacio para el pecho ya estás haciendo algo por vos y por quienes acompañás. Tu manera de estar bien vale, incluso si no se ve como la de nadie más.
Preguntas frecuentes sobre el poder de las posturas
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La postura envía información constante al cerebro sobre cómo está el cuerpo. Si esa información se parece a un contexto de esfuerzo o cierre, es más fácil que aparezcan sensaciones de cansancio, estrés o desánimo. Cuando el cuerpo tiene un poco más de espacio y respiración, muchas personas reportan sentirse con más energía y claridad, aunque los problemas externos sean los mismos.
¿Qué errores posturales son más comunes al trabajar frente a una computadora?
Lo más habitual es llevar la cabeza y los hombros hacia adelante, acercar la cara a la pantalla y pasar horas sin cambiar de posición. Esto sobrecarga cuello, espalda alta y zona lumbar, y limita la respiración. Ajustar la altura de la pantalla, apoyar bien los pies y hacer pausas de movimiento ayuda a reducir estos efectos.
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¿Qué ejercicios sencillos puedo hacer para mejorar mi postura durante el día?
Caminar unos minutos cada cierta cantidad de tiempo, mover cuello y hombros suavemente, practicar respiraciones un poco más profundas y revisar de vez en cuando la posición de la pelvis y los pies ya marca diferencia. Lo importante es la constancia de estos gestos, no la perfección.
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¿De qué manera el autoconocimiento corporal ayuda a prevenir el dolor?
Cuanto antes detectamos tensión, rigidez o posturas que se repiten, más rápido podemos hacer pequeños cambios antes de que el cuerpo se queje con dolor. Prestar atención a cómo nos sentamos, cómo apoyamos los pies o cómo respiramos en momentos de estrés permite ajustar el tiempo y cuidar mejor el cuerpo a largo plazo.

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Con el tiempo entendimos algo clave: no es solo que las emociones se reflejan en el cuerpo. La manera en que sostenemos el cuerpo también influye en cómo nos sentimos por dentro. Pequeños cambios en la postura pueden cambiar el nivel de energía, la claridad mental e incluso la forma en que nos hablamos internamente.
En Kiwell trabajamos desde un enfoque de soft wellness que respeta esa conexión. No buscamos una postura perfecta ni posiciones rígidas, sino una forma de estar en el cuerpo que sea más cómoda, funcional y amable con cada persona. Se trata de ganar presencia, aire y espacio, no de encajar en un molde.
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La cabeza se alinea sobre el torso, no muy adelantada.
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En ambos casos, la organización del cuerpo influye en el cansancio, la sensación de carga y la respuesta del sistema nervioso.
Cómo la postura impacta en respiración, energía, estrés y estado de ánimo
La conexión entre postura y emociones no es algo abstracto. Tiene mucho que ver con cómo respiramos y cómo el sistema nervioso interpreta la información que llega desde el cuerpo.
Cuando una persona pasa muchas horas encorvada, con el pecho cerrado y la cabeza adelantada, suele suceder lo siguiente:
La respiración se vuelve más corta y alta, más concentrada en la parte superior del pecho.
El diafragma tiene menos espacio para moverse.
Se acumula tensión en cuello y hombros.
El cuerpo está más preparado para “alerta” que para descanso.
El cerebro recibe ese conjunto de señales como un contexto de esfuerzo constante. Es más fácil que aparezcan sensaciones de cansancio, irritabilidad o ansiedad, incluso si no hay un problema emocional profundo de fondo.
Cuando la postura se abre un poco, aparece otra sensación:
La caja torácica tiene más espacio.
La respiración puede hacerse un poco más profunda.
Los músculos de la espalda alta sostienen mejor la cabeza.
Hay más sensación de estabilidad y enraizamiento.
No hace falta exagerar ni forzar una postura muy erguida. A veces basta con ajustar la posición de la pelvis, liberar los hombros o darle un poco más de espacio al pecho para que la persona se sienta distinta en pocos minutos.
Como profesional del movimiento, esta es una puerta muy potente: ayudar a tus clientes a notar que pequeños cambios corporales modifican cómo se sienten, sin prometer milagros, solo ofreciendo un recurso más para regularse.
Lectura recomendada: Cuidar el cuerpo sin castigarlo: el nuevo paradigma del movimiento consciente
Errores posturales típicos en la vida moderna
Muchos patrones se repiten en personas que trabajan sentadas o que pasan buena parte del día frente a pantallas. Algunos de los más frecuentes son:
Cabeza adelantada y cuello tenso
La persona acerca la cara a la pantalla sin darse cuenta. El cuello trabaja extra para sostener ese peso adelantado. A lo largo del día eso se traduce en dolor, rigidez y sensación de carga.
Hombros hacia adelante y pecho cerrado
Los brazos viven adelantados sobre teclado, volante o celular. Eso acorta la parte anterior del cuerpo y debilita la espalda alta. La respiración se vuelve más corta y superficial.
Pasar horas sin cambiar de posición
Aunque la postura inicial sea razonable, quedarse quieto demasiado tiempo hace que los músculos se fatiguen y que el cuerpo busque posiciones cada vez menos eficientes para sostenerse.
Posturas muy “derretidas” en la silla
La pelvis se va hacia adelante, la zona lumbar se colapsa y el peso recae en estructuras que no están pensadas para eso. El resultado suele ser incomodidad, sensación de pesadez y más fatiga mental.
Estos patrones no son culpa de la persona. Son adaptaciones al tipo de vida actual. Justamente por eso, trabajar postura desde el soft wellness implica acompañar sin juicio, ofreciendo alternativas posibles en lugar de críticas o correcciones constantes.
Lectura recomendada: Equilibrio energético: cómo alinear mente y cuerpo en tu día a día
Ideas prácticas para mejorar la postura en el día a día
La mayoría de las personas no necesita una rutina perfecta, sino pequeños ajustes repartidos a lo largo del día. Como profesional del movimiento, podés usar estas ideas como guía sencilla: algunos cambios se trabajan en sesión y otros se sugieren como “micro-hábitos” que tus clientes pueden sostener en su vida real, entre reuniones, mensajes y horas frente a la pantalla.
Ajuste de pantalla: si trabajás con computador, intentá que la parte superior de la pantalla esté a la altura de los ojos. Así la cabeza no va tanto hacia adelante.
Micro pausas cada 25 a 40 minutos: levantarse, caminar un poco, mover hombros y cuello y tomar un par de respiraciones profundas cambia por completo la sensación corporal.
Hombros lejos de las orejas: cada tanto, invitá a tus clientes a notar si están “encogidos”. Solo bajar los hombros y dejar que caigan hacia atrás y abajo ya libera tensión.
Corazón con espacio: imaginar que el pecho tiene que tener espacio para que entre el aire ayuda a abrir un poco la parte anterior del cuerpo sin rigidez.
Apoyo de pies: si la persona no llega bien al piso al sentarse, usar un apoyo bajo los pies mejora muchísimo la organización de la pelvis y la columna.
Retracción suave de cabeza: en lugar de sacar la cara hacia la pantalla, acercar la barbilla un poquito hacia el cuello, como si alguien tomara la coronilla y la llevara hacia arriba.
Si acompañás sesiones en colchonetas o en el suelo, podés apoyarte en recursos como los accesorios para yoga, los rolos o el tiraband circular para que estos ajustes se sientan más amables y accesibles para cada cuerpo.
No hace falta hacer todo perfecto ni seguir una rutina larga. En Kiwell preferimos estos mini ajustes realistas, integrados a la vida diaria, antes que una lista ideal que nadie puede sostener.
Lectura recomendada: Rutinas mentales saludables: pequeños gestos para grandes días
El rol de los profesionales del movimiento
Para entrenadores, fisioterapeutas, profes de yoga o Pilates y otros profesionales del movimiento, la postura es mucho más que un detalle técnico. Es una puerta de entrada a la experiencia completa del cliente.
Algunas formas de integrar este enfoque en tu práctica:
Incluir una observación postural simple en la entrevista inicial, sin etiquetas rígidas, solo como foto de partida.
Preguntar cómo se siente el cuerpo al final del día, no solo durante el entrenamiento.
Usar cues sencillos como “crecer hacia el techo”, “relajar mandíbula”, “darle espacio al pecho” en lugar de indicaciones demasiado técnicas.
Conectar los ajustes posturales con sensaciones concretas: respirar mejor, sentir menos carga en la espalda, terminar el día con un poco más de energía.
Si querés ver cómo se vive este enfoque en comunidad, podés explorar BeFit, una de las comunidades de Kiwell donde el movimiento se trabaja desde la cercanía, la progresión y el respeto por el cuerpo de cada persona.
Es un buen ejemplo de cómo la postura, las pausas activas y el movimiento cotidiano pueden convertirse en herramientas reales de bienestar, más allá de la estética.
Autoconocimiento corporal y soft wellness
Mirar la postura también es una forma de conocerse mejor. No desde la crítica, sino desde la curiosidad. Hay días en los que el cuerpo está más cerrado porque la mente está cansada, y está bien. Lo importante es tener recursos para no quedarse atrapado ahí.
A veces, el primer paso es simplemente notar:
En qué momentos del día los hombros se van hacia adelante.
Cómo se coloca el cuerpo cuando aparece estrés o tensión.
Qué postura aparece cuando la persona está más tranquila y en calma.
A partir de esa observación, se pueden proponer micro cambios. Por ejemplo: una respiración un poco más lenta, un ajuste de apoyo en la silla, una caminata corta entre reuniones. Son gestos pequeños que, sostenidos en el tiempo, cambian cómo se vive el propio cuerpo.
Para quienes prefieren sostener estos cambios acompañados, comunidades como BeFit dentro del ecosistema Kiwell ofrecen espacios de movimiento en grupo donde la prioridad no es el rendimiento, sino sentirse mejor en el cuerpo de todos los días.
Conclusión
La postura no es solo una forma de verse. Es una manera de estar en el mundo. A lo largo de este artículo vimos cómo la organización del cuerpo influye en la respiración, la energía, el estrés y el estado de ánimo, y cómo pequeños ajustes pueden cambiar la experiencia del día a día.
Desde Kiwell proponemos mirar la postura desde el soft wellness: menos exigencia, más curiosidad y herramientas simples. No se trata de estar perfectos, se trata de encontrar posiciones que den aire, alivio y un poco más de comodidad en el cuerpo real que cada uno tiene hoy.
Si acompañas a otras personas en su movimiento, tenés en tus manos una oportunidad poderosa: usar la postura como punto de apoyo para que tus clientes se sientan más presentes, más estables y más en sintonía con su propia energía.
No hace falta hacerlo todo a la vez. Con un par de micro pausas, un ajuste de respiración y un poco más de espacio para el pecho ya estás haciendo algo por vos y por quienes acompañás. Tu manera de estar bien vale, incluso si no se ve como la de nadie más.
Preguntas frecuentes sobre el poder de las posturas
¿Cómo afecta realmente mi postura corporal a mi estado de ánimo?
La postura envía información constante al cerebro sobre cómo está el cuerpo. Si esa información se parece a un contexto de esfuerzo o cierre, es más fácil que aparezcan sensaciones de cansancio, estrés o desánimo. Cuando el cuerpo tiene un poco más de espacio y respiración, muchas personas reportan sentirse con más energía y claridad, aunque los problemas externos sean los mismos.
¿Qué errores posturales son más comunes al trabajar frente a una computadora?
Lo más habitual es llevar la cabeza y los hombros hacia adelante, acercar la cara a la pantalla y pasar horas sin cambiar de posición. Esto sobrecarga cuello, espalda alta y zona lumbar, y limita la respiración. Ajustar la altura de la pantalla, apoyar bien los pies y hacer pausas de movimiento ayuda a reducir estos efectos.
¿Puede mejorar mi lenguaje corporal la forma en que me comunico?
Sí. El cuerpo también comunica, incluso antes de hablar. Una postura un poco más abierta, contacto visual suave y hombros relajados suelen transmitir más disponibilidad y confianza. No hace falta actuar, sino encontrar una posición en la que te sientas mínimamente más presente y cómodo.
¿Qué ejercicios sencillos puedo hacer para mejorar mi postura durante el día?
Caminar unos minutos cada cierta cantidad de tiempo, mover cuello y hombros suavemente, practicar respiraciones un poco más profundas y revisar de vez en cuando la posición de la pelvis y los pies ya marca diferencia. Lo importante es la constancia de estos gestos, no la perfección.
¿Cómo ayudan disciplinas como el yoga o Pilates a una postura más saludable?
Estas prácticas, especialmente cuando se trabajan con una mirada amable y funcional, combina fuerza, movilidad y conciencia corporal. Ayudan a que la persona sepa dónde está su cuerpo en el espacio, fortalezca el centro y encuentre posiciones más sostenibles para el día a día, no solo para la clase.
¿De qué manera el autoconocimiento corporal ayuda a prevenir el dolor?
Cuanto antes detectamos tensión, rigidez o posturas que se repiten, más rápido podemos hacer pequeños cambios antes de que el cuerpo se queje con dolor. Prestar atención a cómo nos sentamos, cómo apoyamos los pies o cómo respiramos en momentos de estrés permite ajustar el tiempo y cuidar mejor el cuerpo a largo plazo.

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Hay días en los que el cansancio no solo se nota en la mente, también se ve en el cuerpo. Hombros caídos, cuello tenso, mirada hacia abajo. Durante años, trabajando con personas en movimiento, vimos cómo el estrés, las preocupaciones y la falta de descanso se iban acumulando en su forma de estar de pie, sentarse y caminar.
Con el tiempo entendimos algo clave: no es solo que las emociones se reflejan en el cuerpo. La manera en que sostenemos el cuerpo también influye en cómo nos sentimos por dentro. Pequeños cambios en la postura pueden cambiar el nivel de energía, la claridad mental e incluso la forma en que nos hablamos internamente.
En Kiwell trabajamos desde un enfoque de soft wellness que respeta esa conexión. No buscamos una postura perfecta ni posiciones rígidas, sino una forma de estar en el cuerpo que sea más cómoda, funcional y amable con cada persona. Se trata de ganar presencia, aire y espacio, no de encajar en un molde.
Este artículo está pensado especialmente para profesionales del movimiento y el bienestar: entrenadores, fisioterapeutas, profes de yoga o Pilates, kinesiólogos, coaches corporales. La idea es darte una mirada simple y herramientas prácticas para integrar el trabajo postural en tus sesiones sin volver loco a tu cliente y sin convertir la postura en una exigencia más.
Si además te interesa conectar este trabajo físico con la alimentación y mente, nuestro ecosistema Eat, Move y Mind puede ayudarte a verlo de forma más integrada.
¿Por qué la postura importa en el bienestar diario?
La postura es la forma en que organizamos el cuerpo en el espacio a lo largo del día. No solo durante el entrenamiento, sino al responder mensajes, trabajar frente al computador, viajar en transporte o esperar en una fila.
Cada una de esas posiciones envía información constante al cerebro sobre cómo está el cuerpo. Esa información influye en el nivel de tensión muscular, calidad de respiración, percepción de fatiga y estado de ánimo.
Hay algo importante que aclarar desde el inicio: buena postura no significa quedarnos rígidos ni estar derechos todo el tiempo. Es más bien una combinación de tres factores:
Alineación razonable de cabeza, hombros, columna y pelvis.
Capacidad de cambiar de posición con facilidad.
Sensación de comodidad y menor dolor a lo largo del día.
Desde esta mirada, la postura deja de ser un estándar estético para convertirse en una herramienta de bienestar. Sobre todo para personas que pasan muchas horas sentadas, frente a pantallas o en contextos de mucho estrés.
¿Qué es una buena postura física de verdad?
Cuando hablamos de buena postura, muchas personas imaginan algo así como “ponerse derechos” y aguantar. En la práctica, esa rigidez suele generar más tensión que alivio.
Una postura funcional se parece más a esto:
La cabeza se alinea sobre el torso, no muy adelantada.
Los hombros tienen espacio para moverse y no viven permanentemente hacia adelante.
La pelvis no está exageradamente inclinada hacia adelante ni hacia atrás.
El peso se reparte entre ambos pies cuando estamos de pie o entre isquiones cuando estamos sentados.
No hace falta que sea perfecta. Hace falta que permita respirar mejor, moverse con menos esfuerzo y sostener mejor el día. Esa es la lógica que trabajamos en Kiwell: menos ideal teórico, más cuerpo real con necesidades reales.
También es clave diferenciar dos escenarios:
Postura estática: cuando estamos sentados, de pie, esperando, trabajando.
Postura en movimiento: cuando caminamos, entrenamos, subimos escaleras, levantamos peso.
En ambos casos, la organización del cuerpo influye en el cansancio, la sensación de carga y la respuesta del sistema nervioso.
Cómo la postura impacta en respiración, energía, estrés y estado de ánimo
La conexión entre postura y emociones no es algo abstracto. Tiene mucho que ver con cómo respiramos y cómo el sistema nervioso interpreta la información que llega desde el cuerpo.
Cuando una persona pasa muchas horas encorvada, con el pecho cerrado y la cabeza adelantada, suele suceder lo siguiente:
La respiración se vuelve más corta y alta, más concentrada en la parte superior del pecho.
El diafragma tiene menos espacio para moverse.
Se acumula tensión en cuello y hombros.
El cuerpo está más preparado para “alerta” que para descanso.
El cerebro recibe ese conjunto de señales como un contexto de esfuerzo constante. Es más fácil que aparezcan sensaciones de cansancio, irritabilidad o ansiedad, incluso si no hay un problema emocional profundo de fondo.
Cuando la postura se abre un poco, aparece otra sensación:
La caja torácica tiene más espacio.
La respiración puede hacerse un poco más profunda.
Los músculos de la espalda alta sostienen mejor la cabeza.
Hay más sensación de estabilidad y enraizamiento.
No hace falta exagerar ni forzar una postura muy erguida. A veces basta con ajustar la posición de la pelvis, liberar los hombros o darle un poco más de espacio al pecho para que la persona se sienta distinta en pocos minutos.
Como profesional del movimiento, esta es una puerta muy potente: ayudar a tus clientes a notar que pequeños cambios corporales modifican cómo se sienten, sin prometer milagros, solo ofreciendo un recurso más para regularse.
Lectura recomendada: Cuidar el cuerpo sin castigarlo: el nuevo paradigma del movimiento consciente
Errores posturales típicos en la vida moderna
Muchos patrones se repiten en personas que trabajan sentadas o que pasan buena parte del día frente a pantallas. Algunos de los más frecuentes son:
Cabeza adelantada y cuello tenso
La persona acerca la cara a la pantalla sin darse cuenta. El cuello trabaja extra para sostener ese peso adelantado. A lo largo del día eso se traduce en dolor, rigidez y sensación de carga.
Hombros hacia adelante y pecho cerrado
Los brazos viven adelantados sobre teclado, volante o celular. Eso acorta la parte anterior del cuerpo y debilita la espalda alta. La respiración se vuelve más corta y superficial.
Pasar horas sin cambiar de posición
Aunque la postura inicial sea razonable, quedarse quieto demasiado tiempo hace que los músculos se fatiguen y que el cuerpo busque posiciones cada vez menos eficientes para sostenerse.
Posturas muy “derretidas” en la silla
La pelvis se va hacia adelante, la zona lumbar se colapsa y el peso recae en estructuras que no están pensadas para eso. El resultado suele ser incomodidad, sensación de pesadez y más fatiga mental.
Estos patrones no son culpa de la persona. Son adaptaciones al tipo de vida actual. Justamente por eso, trabajar postura desde el soft wellness implica acompañar sin juicio, ofreciendo alternativas posibles en lugar de críticas o correcciones constantes.
Lectura recomendada: Equilibrio energético: cómo alinear mente y cuerpo en tu día a día
Ideas prácticas para mejorar la postura en el día a día
La mayoría de las personas no necesita una rutina perfecta, sino pequeños ajustes repartidos a lo largo del día. Como profesional del movimiento, podés usar estas ideas como guía sencilla: algunos cambios se trabajan en sesión y otros se sugieren como “micro-hábitos” que tus clientes pueden sostener en su vida real, entre reuniones, mensajes y horas frente a la pantalla.
Ajuste de pantalla: si trabajás con computador, intentá que la parte superior de la pantalla esté a la altura de los ojos. Así la cabeza no va tanto hacia adelante.
Micro pausas cada 25 a 40 minutos: levantarse, caminar un poco, mover hombros y cuello y tomar un par de respiraciones profundas cambia por completo la sensación corporal.
Hombros lejos de las orejas: cada tanto, invitá a tus clientes a notar si están “encogidos”. Solo bajar los hombros y dejar que caigan hacia atrás y abajo ya libera tensión.
Corazón con espacio: imaginar que el pecho tiene que tener espacio para que entre el aire ayuda a abrir un poco la parte anterior del cuerpo sin rigidez.
Apoyo de pies: si la persona no llega bien al piso al sentarse, usar un apoyo bajo los pies mejora muchísimo la organización de la pelvis y la columna.
Retracción suave de cabeza: en lugar de sacar la cara hacia la pantalla, acercar la barbilla un poquito hacia el cuello, como si alguien tomara la coronilla y la llevara hacia arriba.
Si acompañás sesiones en colchonetas o en el suelo, podés apoyarte en recursos como los accesorios para yoga, los rolos o el tiraband circular para que estos ajustes se sientan más amables y accesibles para cada cuerpo.
No hace falta hacer todo perfecto ni seguir una rutina larga. En Kiwell preferimos estos mini ajustes realistas, integrados a la vida diaria, antes que una lista ideal que nadie puede sostener.
Lectura recomendada: Rutinas mentales saludables: pequeños gestos para grandes días
El rol de los profesionales del movimiento
Para entrenadores, fisioterapeutas, profes de yoga o Pilates y otros profesionales del movimiento, la postura es mucho más que un detalle técnico. Es una puerta de entrada a la experiencia completa del cliente.
Algunas formas de integrar este enfoque en tu práctica:
Incluir una observación postural simple en la entrevista inicial, sin etiquetas rígidas, solo como foto de partida.
Preguntar cómo se siente el cuerpo al final del día, no solo durante el entrenamiento.
Usar cues sencillos como “crecer hacia el techo”, “relajar mandíbula”, “darle espacio al pecho” en lugar de indicaciones demasiado técnicas.
Conectar los ajustes posturales con sensaciones concretas: respirar mejor, sentir menos carga en la espalda, terminar el día con un poco más de energía.
Si querés ver cómo se vive este enfoque en comunidad, podés explorar BeFit, una de las comunidades de Kiwell donde el movimiento se trabaja desde la cercanía, la progresión y el respeto por el cuerpo de cada persona.
Es un buen ejemplo de cómo la postura, las pausas activas y el movimiento cotidiano pueden convertirse en herramientas reales de bienestar, más allá de la estética.
Autoconocimiento corporal y soft wellness
Mirar la postura también es una forma de conocerse mejor. No desde la crítica, sino desde la curiosidad. Hay días en los que el cuerpo está más cerrado porque la mente está cansada, y está bien. Lo importante es tener recursos para no quedarse atrapado ahí.
A veces, el primer paso es simplemente notar:
En qué momentos del día los hombros se van hacia adelante.
Cómo se coloca el cuerpo cuando aparece estrés o tensión.
Qué postura aparece cuando la persona está más tranquila y en calma.
A partir de esa observación, se pueden proponer micro cambios. Por ejemplo: una respiración un poco más lenta, un ajuste de apoyo en la silla, una caminata corta entre reuniones. Son gestos pequeños que, sostenidos en el tiempo, cambian cómo se vive el propio cuerpo.
Para quienes prefieren sostener estos cambios acompañados, comunidades como BeFit dentro del ecosistema Kiwell ofrecen espacios de movimiento en grupo donde la prioridad no es el rendimiento, sino sentirse mejor en el cuerpo de todos los días.
Conclusión
La postura no es solo una forma de verse. Es una manera de estar en el mundo. A lo largo de este artículo vimos cómo la organización del cuerpo influye en la respiración, la energía, el estrés y el estado de ánimo, y cómo pequeños ajustes pueden cambiar la experiencia del día a día.
Desde Kiwell proponemos mirar la postura desde el soft wellness: menos exigencia, más curiosidad y herramientas simples. No se trata de estar perfectos, se trata de encontrar posiciones que den aire, alivio y un poco más de comodidad en el cuerpo real que cada uno tiene hoy.
Si acompañas a otras personas en su movimiento, tenés en tus manos una oportunidad poderosa: usar la postura como punto de apoyo para que tus clientes se sientan más presentes, más estables y más en sintonía con su propia energía.
No hace falta hacerlo todo a la vez. Con un par de micro pausas, un ajuste de respiración y un poco más de espacio para el pecho ya estás haciendo algo por vos y por quienes acompañás. Tu manera de estar bien vale, incluso si no se ve como la de nadie más.
Preguntas frecuentes sobre el poder de las posturas
¿Cómo afecta realmente mi postura corporal a mi estado de ánimo?
La postura envía información constante al cerebro sobre cómo está el cuerpo. Si esa información se parece a un contexto de esfuerzo o cierre, es más fácil que aparezcan sensaciones de cansancio, estrés o desánimo. Cuando el cuerpo tiene un poco más de espacio y respiración, muchas personas reportan sentirse con más energía y claridad, aunque los problemas externos sean los mismos.
¿Qué errores posturales son más comunes al trabajar frente a una computadora?
Lo más habitual es llevar la cabeza y los hombros hacia adelante, acercar la cara a la pantalla y pasar horas sin cambiar de posición. Esto sobrecarga cuello, espalda alta y zona lumbar, y limita la respiración. Ajustar la altura de la pantalla, apoyar bien los pies y hacer pausas de movimiento ayuda a reducir estos efectos.
¿Puede mejorar mi lenguaje corporal la forma en que me comunico?
Sí. El cuerpo también comunica, incluso antes de hablar. Una postura un poco más abierta, contacto visual suave y hombros relajados suelen transmitir más disponibilidad y confianza. No hace falta actuar, sino encontrar una posición en la que te sientas mínimamente más presente y cómodo.
¿Qué ejercicios sencillos puedo hacer para mejorar mi postura durante el día?
Caminar unos minutos cada cierta cantidad de tiempo, mover cuello y hombros suavemente, practicar respiraciones un poco más profundas y revisar de vez en cuando la posición de la pelvis y los pies ya marca diferencia. Lo importante es la constancia de estos gestos, no la perfección.
¿Cómo ayudan disciplinas como el yoga o Pilates a una postura más saludable?
Estas prácticas, especialmente cuando se trabajan con una mirada amable y funcional, combina fuerza, movilidad y conciencia corporal. Ayudan a que la persona sepa dónde está su cuerpo en el espacio, fortalezca el centro y encuentre posiciones más sostenibles para el día a día, no solo para la clase.
¿De qué manera el autoconocimiento corporal ayuda a prevenir el dolor?
Cuanto antes detectamos tensión, rigidez o posturas que se repiten, más rápido podemos hacer pequeños cambios antes de que el cuerpo se queje con dolor. Prestar atención a cómo nos sentamos, cómo apoyamos los pies o cómo respiramos en momentos de estrés permite ajustar el tiempo y cuidar mejor el cuerpo a largo plazo.

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